El comienzo de la marcha inicia en lacrimoso, marcado por el preciso movimiento melódico en las maderas que poco a poco va ascendiendo hasta llegar al compás 13 en el que se sitúa un fuerte contenido, con una fuerza controlada que rápidamente decrece para iniciar un lamento con anima (gran carga sentimental). Es un momento de incredulidad, de mirada perdida ante la vida y ante la Virgen de la Amargura, no hay palabras, solo hay miradas llenas de misericordia. Acto seguido se produce la primera irrupción de metales que representa la actitud arrolladora y gran fortaleza de Aranza, nos evoca su gran energía ante momentos muy duros a los que debe hacer frente. A continuación, se inicia el tema A de la obra, en actitud serena y apacible toma un color lleno de fe y de providencia. En el compás 50, tiene lugar el inicio de la transición hacia la reexposición del tema en fuerte. Es un momento de aceptación de la cruel realidad, y de pensamiento ante todo lo que va emergiendo día a día. Tomando siempre la positividad de todas las cosas, como nos demostraba nuestra querida Aranza, siempre bajo intercesión de su querida Virgen de la Amargura. Una vez finaliza el tema en fuerte, nuevamente brota de manera enérgica la segunda de las veces el tema desgarrador en metales, pero esta vez agita ferozmente hasta desencadenar en el momento más íntimo de la obra. En este momento, hay un rezo ante la virgen, un canto, una oración, una plegaria, nos agarramos a ella, imploramos compasión ante las grandes vicisitudes acaecidas. En el compás 108 se toma material de la transición que conducía al tema A para reexponerlo nuevamente. Esta vez, los metales inician un acompañamiento más profundo, más violento pero todo desaparece con la tercera intervención del tema enérgico y lleno de vitalidad. Nuestra querida Aranza nos invita a la Esperanza, una luz que conduce directamente hacía la Virgen de la Amargura.
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